jueves, 17 de marzo de 2011

Limerick

Aquí por fin el nuevo Limerick grupal. Diez macrodelirantes macrohistorias:


1. Un enfermo del psiquiátrico elegante, algo gordito, en Valencia buscaba un enchufe.
"Deme usted un remedio para bailar flamenco", y aplaudió.
Hasta que la pava puso tres huevos y los pavitos, en vez de plumas, tuvieron pelos.



2. Una viuda rica del Eixample, fanática, en el Polo Norte instalando un microondas. Intentaba desangustiarse en tu cara.
Todos pensaban que estaba loca. ¿Un mono enamorado de un pavo real?
Decidió enmarcarlo y rendirle homenaje.



3. Un perro estaba solo paseando por el Paseo Sant Joan.
Daba lecciones a sus seguidores. "Coño, ¿quién me manda a venirme al Polo a morir de frío?"
El psicólogo le dijo que no era necesario que le gustara, ganando.



4. La mujer del cartero ciego iba al bosque a pasear cada tarde. Mirar a la gente.
"Queridos hijos míos, la fe mueve montañas".
Los osos polares hicieron cola delante del microondas con el tazón de café con leche.
La prima de la bailaora acabó bailando el tango.



5. El Papa de Roma, más bien chaparrillo o hirsuto, en la consulta del psicólogo, machacando.
"Ummmhhhh...esa hembra será mía!"
La gente no quiso saber nada del filete con un vídeo cargado en el You Tube.



6.Un obrero no cualificado, aburrido de tanto taconeo, en un pabellón le tiraba las cáscaras de plátanos para llamar su atención. "Este es el cerdo más rebelde que he conocido", saltando a la pata coja en parejas de cuatro felizmente estirado en la casita del perro.



7. La prima de la bailaora atlética, en el zoo todos lo sabían, estaba cortando unos filetes.
"¡Ay, Ernesto, no sabes las ganas que te tengo!"
El maestro reía a carcajadas. Al levantar el vuelo, la marca de sus patitas le hablaba sólo a él.



8. El carnicero del pueblo era cojo y un poco bizco. En el sillón del jardín, allí se sentaba a oír el rumor del viento entre las hojas.
"¡Qué fea es la gente ahora! En mis tiempos éramos más guapos!"
Aplaudiendo y vertiendo lágrimas, todos supieron la verdad: que el agujero negro en la capa de ozono lo produce un microondas gigante instalado en el Polo Norte.



9. Un orangután, un espeso bigote unido a una brillante calva en medio del salón de su casa, leía con las patas las huellas de su maestro.
Vio a un pájaro entre las ramas de la vieja encina. ¡Le dieron una colleja! Cayendo todos de rodilla y dándose golpes de pecho.



10. Un jugador de baloncesto que estaba enamorado de su compañero de celda estaba en su establecimiento. Se paseaba en braguitas de algodón y medias de leopardo, cabrón.
Bajó volando posándose sobre las arena húmeda de la riba del río.
Lo ingresaron en un psiquiátrico. Lo que ella quería, ya que allí sí podría fumar.

jueves, 17 de febrero de 2011

Bienvenidos



Al 4º Taller de Microrrelatos del Pati Llimona

[Un Taller de Corte y Corrección]

domingo, 9 de enero de 2011

Lo bueno de escribir historias



Es que si el mundo no nos gusta, podemos crear otro, y otro, y otro.

Por un 2011 lleno de buenas historias.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Cadáver indonesio

Un cadáver más, y van. La Cooperativa no cesa en su afán criminalístico.

Ahí va, nuestro último after-hour gastronómico (o la truculenta historia de un sujeto al que más vale no encontrarse en el rellano)


"Anoche, ya tarde, me sobresaltó un timbrazo. Abrí la puerta y allí estaba: el muñeco de mi vecino el ventrílocuo, en pijama.
Las pantuflas despedían un hedor insoportable, y supe que la vida de muñeco no era tan mala como la de concejal de ayuntamiento.
Así que me subí los pantalones y di gracias a Dios porque, ya que no sabía dónde me iba a despertar,era mejor hacerlo vestido, no fuera que alguna mente sensible se pudiera ofender. Entonces sin pensarlo decidí pasar a la acción.
Tampoco fue para tanto: al tercer intento se cansó. Dejó los zapatos de tacón bajo la cama y se quitó el traje de faralaes para volver a ser gris. Así que de nuevo todo el mundo empezó a mirarlo como si fuera un bicho raro.
Él volvió a pensar en una nueva estrategia: cambiar de amuleto. Lo tiró bien lejos.
Se levantó la mañana siguiente y se lo encontró atado al cuello. Se ahogó de tanto contar historias mágicas".

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Pero con una condición

Empezaremos poniéndonos el corsé (ya habrá tiempo de desencorsetarnos). Se trata de jugar un poco a la escritura, esta vez con mecanismos muy restrictivos. La siguiente es una dinámica inspirada en los textos condicionados de Eduardo Abel Giménez (“MágicaWeb, Palabras y otros inventos) y consiste en crear un texto colectivo en el que cada palabra que lo compone debe comenzar con vocal.

Empezaré con las 5 primeras palabras; el participante siguiente copiará este principio de texto y lo continuará, con otras 5 palabras. El siguiente copiará estas 10 palabras y agregará las suyas, y así sucesivamente, siempre copiando las intervenciones anteriores y agregando la propia. Es importante respetar la puntuación utilizada por cada participante. El texto acabará cuando él mismo (el propio texto, digo) lo decida. O cuando lo demos por terminado sólo para empezar a enmarañarnos en algún otro asunto de los nuestros.
Aquí van, pues, las primeras cinco:

Aquel individuo odiaba, especialmente, afeitarse.

La codificación del sinsentido

O, lo que es lo mismo, el primer juego grupal de la temporada. Nuestra versión tiralíneas juntaletras de Limerick.

El loro de mi prima tenía un conflicto que lo agobiaba de forma desesperante.
Un día, caminando por la calle, dobló cuidadosamente el mantel de la mesa de la cocina y las toallas de baño, ducha, lavabo y bidet.
¡Buenos días! Hace un tiempo de perros. Y se abalanzaron sobre él.
Se levantó y miró a través de un círculo que dibujaban su dedo índice y pulgar. Luego, dio unos pasos de breakdance.

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El hombre meticuloso adicto a la ensalada César sigue apoyado en la puerta de la casa de enfrente. Medita sobre si en realidad es esa imagen que proyecta el espejo o, por el contrario, no es nadie.
¡Bien, por fin suerte! Nadie se enterará jamás de su supuesto plan maquiavélico. Cerró la puerta tras de sí y salió a dar un paseo. Sin avisar. Sin dejar una nota. Sin saber si volvería.

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La folklórica tartamuda, dentro de una caja de camión, se imaginaba que volaba. “Creo que voy a necesitar más de esto”. En ese momento, aquella mujer tan esperada abrió la puerta y él se cayó hacia atrás, quedando tumbado boca arriba.
Es lo que tiene ser la mujer del psicoanalista.


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Un sepulturero friolero tomaba el whisky sin hielo.
Estaba dando su paseo matutino y se mordía las uñas de los pies cuando pensó que ya estaba esperando más tiempo del necesario.
“¡Exactamente!”, respondió su marido. Acabas de encontrar tú mismo la respuesta.
Y le robó.

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El portero de la oficina, moreno, con su traje rojo en Miami Beach, se tomaba una botella al fresco.
“Las líneas del suelo no hay que pisarlas porque son como barreras que te frenan”, causando un gran revuelo y expectación.
Ante esa escena, ella se agachó y le dio un apasionado beso de amor.

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Un cerdo vietnamita viejo e inquieto, tumbado en el diván de su marido se encontró 10 euros.
“Mañana robaré una manzana en el ultramarinos de Antonio”.
Como siempre, contestan a su saludo con la misma indiferencia con que llaman al ascensor. Con la pierna rota, pero sin derramar ni una lágrima.

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El cartero ganó un viaje y perdió el vuelo.
Sentado en el butacón de entrada, se muerde los labios, cruza los dedos, mira a los lados…deja pasar el tiempo.
“¿Dónde está mi amuleto?!”
Hacen un corro a su alrededor y aplauden hasta dejarse las manos rojas.
Piensa que no hay mejor lugar para tomarse un buen whisky con hielo.

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Juan era gafe. Nunca encontraba ropa de su talla, pero no se molestaba en preocuparse por ello.
Con un pie dentro y otro fuera, a la espera, busca desesperadamente. ¡Coño! Vaya lío de cordones.
Un hombre que lo ve, lo mira.
Todo el mundo acabó andando como él, sintiendo que volaban.

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Es la portera de su edificio. Preguntona y nada respondona, en la habitación del hotel, se calza unas botas de motero.
“¡Qué pena de trabajo si todos fueran como yo!”
A la gente le gustaba cómo se movía y empezó a imitarle, mojada de pies a cabeza y oliendo a pescado.

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Un repartidor de hielo que iba por la calle sin pisar las líneas del suelo, perdido entre dos mares, esperaba a que mi vecina tuviese el valor de salir a decirle cuánto lo quería.
“Ni la una ni la otra”, dice.
Un señor que caminaba delante se giró para ver lo que no había visto.
Ni ella tendrá el valor de llevarlo a cabo.


viernes, 5 de noviembre de 2010

Esto no hay quien lo pare

BiEnVeNiDoS y BiEnVeNiDaS

a la 3ª edición del Taller de Microrrelatos del C.C. Pati Llimona



[dOnde El TaMaÑo Sí ImPoRtA]