miércoles, 19 de mayo de 2010

Síndrome de Diógenes



Ya sabemos, a estas alturas del Taller y de la vida, que todo (o casi todo) es susceptible de ser narrado. La materia generadora de relatos está ahí, a todas horas y en cualquier parte.

Pues bien, os vengo debiendo hace un tiempo algún comentario sobre Diógenes (¿recordáis su anécdota con Alejandro Magno y el sol, que comentamos en las primeras sesiones?). No sé si vendrá al caso confesar que, más allá de pintoresquismos y mitificaciones, siempre me han caído en gracia tanto este señor –Diógenes- como su escuela, la de los cínicos. Confesado queda en cualquier caso.

Vayan de botones de muestra, y como posibles gérmenes de relatos, algunas de sus célebres anécdotas y frases:

La crítica a la religión


. Viendo en cierta ocasión cómo los sacerdotes custodios del templo conducían a uno que había robado una vasija perteneciente al tesoro del templo, comentó: «Los ladrones grandes llevan preso al pequeño.»

. Cierto día observó a una mujer postrada ante los dioses en actitud ridícula y, queriendo liberarla de su superstición, se le acercó y le dijo: « ¿No temes, buena mujer, que el dios esté detrás de ti (pues todo está lleno de su presencia) y tu postura resulte entonces irreverente? »

Desprecio de las convenciones sociales

. Proclamaba que los dioses habían otorgado a los hombres una vida fácil, pero que éstos lo habían olvidado en su búsqueda de exquisiteces y afeites. Por eso, a uno que estaba siendo calzado por su criado, le dijo: «No serás enteramente feliz hasta que tu criado te suene también las narices, lo que ocurrirá cuando hayas olvidado el uso de tus manos».

. En un banquete algunos poderosos le echaron huesos, como si fuera un perro. Entonces Diógenes, comportándose como un perro, los orinó.

. Una noche estaba Diógenes cenando lentejas cuando lo vio el filósofo Aristipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey.
Aristipo le dijo:
— "Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas."
A lo que replicó Diógenes:
— "Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey."

. Elogiaba a los que, a punto de casarse, se echaban atrás; a los que, yendo a emprender una travesía marítima, renunciaban al final; a los que proyectaban vivir junto a los poderosos, pero renunciaban a ello.

Su mendicidad

. Estaba en una ocasión pidiendo limosna a una estatua. Preguntándosele por qué lo hacía, contestó: «Me ejercito en fracasar.»

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