lunes, 8 de marzo de 2010

Cortázar, nosotros y la semántica

Anticipándonos un poco a la próxima reunión, hoy trabajaremos con los campos semánticos.

Básicamente, podríamos decir que un campo semántico está constituido por un grupo de palabras con ciertas características comunes o referenciales de significado. Por ejemplo: bosque, árbol, madera y leña constituyen un campo semántico, ya que poseen elementos semánticos (de significado) afines.

Ahora bien, y aquí viene lo interesante: si un campo semántico determinado constituye una porción de la realidad, cada lengua, a su vez, tiene su propia manera de parcelar esa realidad, ya que tiene su propio modo de interpretarla. Por dar un ejemplo, y a propósito de la nevada que ha caído hoy sobre Barcelona: ciertas lenguas esquimales utilizan más de media docena de palabras diferentes para nombrar lo que nosotros denominamos simplemente "nieve".

Y lo mismo ocurre con nosotros, en tanto usuarios de la Lengua. Cada uno percibe la realidad desde sus propias "coordenadas", con una perspectiva única determinada, entre otras cosas, por su experiencia vital. A la hora de expresarnos, o a la hora de crear un texto, concretamente, esa perspectiva se traduce en un ritmo interno que acaba produciendo un estilo propio y reconocible de escritura.

Es lo que sucede, por ejemplo, con algunos escritores claramente identificables en su estilo, como es el caso de Julio Cortázar. ¡ Y por fin llegamos al trabajo de esta semana! Se trata de intentar hilvanar las siguientes palabras ( o al menos varias de ellas) tomadas del campo semántico de Cortázar y crear con ellas un nuevo texto:

perplejo
reloj
boca
diáspora
límite
pelo
roce
interminable
París
tejido



Ánimo, pues, con voz propia y con estilo ¡a crear!

5 comentarios:

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  2. París

    Sin maletas y sin lo puesto me entregué perplejo al viaje del amor. Inicié el recorrido por tu rostro deteniéndome un tiempo en tu boca. Alcancé tu interminable pelo que me llevó hasta el tejido suave de tus hombros y caminando a paso lento llegué a tus pechos. En la cima, el roce de sus vértices me transportó a un estado más al sur donde las agujas del reloj giran a mayor velocidad y a ritmos diferentes. Allá me establecí por un tiempo deseando no volver nunca.
    Mi diáspora me desarraigó y ya no encuentro lugar donde quiera quedarme si no es en ti.

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  3. Limite horario

    Perplejo, miro el reloj que yo mismo estampé contra el suelo. En las baldosas, las agujas marcan la diáspora de las horas. A cada rato, veo ese gesto tuyo de ahuecarte el pelo. El minutero señala tu boca. El segundero apunta al cielo de Paris, nuestro cielo, que se cuela como siempre desde la ventana.
    Perplejo, miro el reloj que yo mismo estampé contra el suelo. Y no encuentro la razón por la que cambié el roce de la noche por tu ausencia,
    interminable.

    EJERCICIO CON

    Escribo a contraRELOJ. La ¿capacidad? al LIMITE. Los dedos, apenas un ROCE sobre las teclas. Como siempre, PARIS me deja PERPLEJO, con la BOCA abierta. No pretendo hacer de esto una historia INTERMINABLE así que no me corto un PELO:¿donde coño meto la DIASPORA?

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  4. CONFESIONES
    Con la urgencia de tus palabras, el reloj se ha detenido. París es tu hogar, no lo dudes. Sin embargo, estoy perplejo, la diáspora de tu familia ha sido interminable. Intento hilvanar el tejido de rechazos, expulsiones, persecuciones. En un lugar, y en otro, y en otro... pero no alcanzo a comprender.
    Créeme, estoy al límite de caer rendido con el roce de tu pelo en mi boca.

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  5. "El otro cielo"
    (Homenaje a Cortázar)

    Ignoré las "cartas de mamá", olvidé las tardes de "rayuela" al salir del colegio con esas amigas que iban a serlo para siempre, me dejé llevar por la desesperación de la soledad sumergiéndome en una diáspora interminable. Entonces llegué a París. Allí se paró mi perplejo reloj de la huída cuando estaba ya al límite de mis posibilidades. Hice oídos tan sordos a la angustia que hasta dejé de oír el roce del tejido de mis pantalones al caminar. De mi boca no salió nunca más una queja. Mi pluma, "con tinta roja y manifiesta complacencia", empezaba a bosquejar nuevos universos. Conocí a Julio y mientras una de sus manos guiaba mi escritura, la otra, siempre amorosa en mi pelo, me hacía sentir que había llegado a "el fianl del juego".

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